martes, octubre 14, 2008

 

capítulo dos

[el teléfono vibró de nuevo. no lo respondió esta vez.] 
miró al obelisco. nunca le provocó más que aburrimiento por su estoica inutilidad. nunca le gustaron los monumentos de buenos aires. tal vez el cid campeador. pero más por el recuerdo de una chapita del mundial 82.  y quizás uno que hay en parque lezama. y hasta ahí llegaba su apreciación artística. bajó por cerrito. caminó un par de cuadras hasta llegar a la embajada de brasil. ahora agarró por alvear y ya no tenía ni idea para dónde iba ni qué tenía ganas de hacer. sólo quería dar vueltas. y recordó, entonces, cuando con el auto, y si tenía tiempo, salía al mediodía a dar vueltas por la ciudad. entre sus paseos más interesantes siempre contaba la llegada hasta corea town, con todos los hyundai y a veces algún honda estacionados en las veredas. y los olores. y esos barrios también, de casas bajas y viejas en las puertas. ¿mataderos? tal vez. no importa. ahora estaba en alvear y caminó un buen rato. en una de esas cuadras vio a un mujer que conocía. iba con un cochecito y cara de ganas de conversar. bah, de hablar de lo buena que es la vida vista desde atrás de un cochecito, de la seguridad que representa un crío en el contrato marital. sí, prejuzgaba, como siempre. pero rara vez se equivocaba. y la vio con cara de hablar. hasta, creo, lo reconoció desde la distancia. pero supo esquivar, el devenir de la charla sin sentido. cruzó nuevamente de vereda y siguió caminando. callao estaba a la vista y ni bien llegó enfiló para el bajo. el parque thays. y, nuevamente, esos monumentos o estatuas sin nada para decir. pero igual caminó entre algunos canteros. e hizo un recorrido mental desde la entrada del italpark hasta el matterhorn, el juego que más le gustaba, junto con el corkscrew y la montaña rusa vieja. tres preferidos. siempre odió el barco, aunque las idas en grupos adolescentes permitían eventuales contactos sin querer con el sexo opuesto en esa rueda que giraba. y se paró en seco. tomó aire. y se sentó en el pasto. no era nostálgico, pero justo, el shuffle del ipod tiró un tema ochentoso en versión reggae. por suerte, pensó para sí mismo, le hizo acordar más adam sandler que a las fiestas de 15. y eso está bueno, pensó. al pasado mejor tenerlo lejos. sólo es bueno cuando regresa con pinceladas de calenturas. digo, cuando recordás qué minas te cogiste, a quién le tocaste la concha y le chupaste las tetas. y con algo de vergüenza también. es proverbial su capacidad de meter la pata en situaciones ridículas y quedar como el reverendo culo. un llanto en un restaurante, quizás. una bajada de lienzos cuando la situación no da. esas cosas. vergüenza. mal momento. y cambió la música. colin hay, también ochentoso pero con un toque de scrubs. y entonces escuchamos, todos, my my my, it's a beautiful world/ i like swimming in the sea/ i like to go out beyond the white breakers/ where a man can still be free,/ or a woman if you are one/ i like swimming in the sea... a él le gusta particularmente la parte de all around is anger, automatic guns/ death in large numbers, no respect for woman, or our little ones/ i tried talking to jesus, but he just put me on hold/ said he'd been swamped by calls this week/ and he could not shake his cold... [la canción sigue, pero tampoco la vamos a poner entera acá. me gustaría, pero no queda bien] a él le gustaba, digo, esa parte, por la irreverencia del llamado telefónico. le gusta esa familiaridad y esas ganas de echarle en cara que no está cuando verdaderamente se lo necesita. piensa que siempre pasa así y que, en el fondo, nadie sabe para qué está en realidad. digo, jesús. ¿a alguien le funcionó tener fe en él?, se pregunta. o sea, creer en jesús, dios, etc, es fácil, es lógico, nos viene por añadidura según la cuna. fui criado católico, se dice mientras prende otro cigarrillo y ya en camino a un bar por una cerveza, y creer en dios me sale fácil, sin problemas. miro al cielo y pienso en dios. veo los cambios de estaciones, pienso en dios. pero cuando really really really [gracias, zoolander] pienso en dios, dios no está. jesús menos. y la virgen tampoco. that´s life, le dicen. y se lo completan con el clásico, insportable e infantil, será parte de un plan. las pelotas, piensa él y al decirlo la frenada de un auto lo saca del encimismamiento místico y se da cuenta de que cruzó libertador con colorado. y que estuvo a punto de morir. y mira al cielo y se ríe y le dice en voz alta, ¿me querés probar algo, cabezón? y automáticamente sigue como si nada, sabiendo que, en el fondo, dios, jesús y lo que sea nada tuvo que ver con la frenada. sino que la morocha que manejaba, cuarenta y dos años, tres hijos y ganas de que le den por el culo [se lo imaginó, of course] justó miró para el frente y lo vio de pedo. eso es suerte. no se llama jesús. seamos irreverentes, como colin. sigamos siendo así. para entonces, el día ya estaba perdido. la caminata barrionorteña lo conducía nada más que a perder el tiempo y la cerveza en un bar bacán de recoleta lo convenció de que hoy, tampoco, iba a ir a trabajar. no está mala la vida del laburante cuando, en el fondo, decide cuándo quiere trabajar. ya pensará en una forma de explicar la situación. aunque lo más probable les conteste con la verdad: no pude venir a trabajar. porque no pude, me fue imposible, tenía cosas que hacer. y sí, traeme una cerveza, un chop frío con papas fritas y maní. ¿tenés el diario, una revista? gracias...

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