jueves, octubre 23, 2008
capítulo diecisiete
[basta, pará, le dijo al celular cerrado. andate a la mierda. y lo tiro al río. hizo patito. que fuera un motorola pebble le dio un gusto doble al hecho de tirar al río su vínculo con el pasado. eso sí, no pasaron dos segundos hasta que se arrepintió. tenía muchísimos números necesarios en la agenda. los perdió.]
miró a toda la gente que lo rodeaba. la fiesta estaba buena. y sintió un cosquilleo en la pierna. pero ya nadie lo estaba jodiendo: había recuperado sus erecciones incómodas. sus paradas de pija inoportunas. pero no se dio vuelta. enfrentó a la multitud. caminó entre las chicas con el jean marcándole el bulto. se sentía orgulloso. y un poco exibicionista. y para allá fue. y en el camino volvió a cruzarse con ella. era la cuarta vez en una semana. bueno, digamos que las tres anteriores las había provocado él. sin embargo, esta era real. y, lejos de amilanarse por el bulto, viró a babor con su mascarón de proa al viento y se preparó para darle masa. no sé si ella tenía ganas. pero el estar completamente borracha y tirada en una reposera fue como un permiso tácito para que él la levantara, la arrastrara hasta el auto y, con su consentimiento etílico, la cogiera. sí, te gusta, dame más, comete esta y quiero acabarte en tus tetas. ella: sólo sonrió. y hasta el zarandeo la sacó del sopor alcohólico. pero siguió con la actuación. y se comió todo. al final, los dos estaban contentos. una noche sin mucho más por hacer. así es la vida, a veces, durante los fines de semana en los suburbios.