martes, septiembre 11, 2007
miradas
ya no camino tanto. me subo al auto y listo. llego en cinco minutos. dejó a francisco en el colegio y listo. la vida transcurre así en el tupper del décimo piso de la calle ugarte, subiendo y bajando del auto, cerrando puertas y abriendo portones con control remoto. acciones automáticas, como la de prender un cigarrillo, ni bien dejo a francisco en el jardín, y fumarlo haciéndole fuck you al frío, a la lluvia -de hoy-, al calor, con la ventana baja y el brazo afuera. me peleo con un viejo en mcdonald´s porque el tipo me afana un espacio para estacionar. no sé porqué reacciono a los gritos. en la calle no soy tan calentón. bueno, no ahora. ya no puteo tanto. más bien se me escapa un ¡salame! o lo que sea cuando creo que estoy habilitado para enseñarle educación vial a algún desprevenido que quiere hacer una maniobra jodida para mí. ya no camino, repito, como antes. tendría que hacerlo. y creo que volveré a hacerlo. ahora me escudo en que necesito el auto aunque, creo, todo es parte de un plan para demostrar que sigo siendo el mismo pajero de siempre. nada más cambia la situación. y cuando llego al tupper, me tumbo en el sillón y prendo la tele. hay poco para leer. o no hay interés. algo sobre el sertao que me tiene un poco podrido no le hace frente a las eliminaciones de gran hermano 5 [envío que, claramente, quedó lejos del high point hermanístico de principios de año]. ya no lucho con m. ahora cojo. y nos reímos. y nos divertimos. y el tupper transmite esa alegría sana y familiar de barrio. de a poco me voy acomodando a belgrano, a su idiosincracia, a sus tiempos, a lo que sea. a la familiaridad de saludarte con el portero del edificio vecino. a ver a la misma gente en la plaza. a que el almacenero me llame por mi nombre. a que el diariero sepa cuál diario me voy a llevar. en fin, a esas costumbres pequeño burguesas que te recuerdan que estás en un punto en la vida en el que retorno es caro, es difícil y, para qué vamos a negarlo, no entra en las planes porque no hay necesidad de ello. se vive más tranquilo así. y está bien que así sea. pero la gente sigue siendo fea. digo, en estricto sentido estético. lo comprbé ayer, cuando fui a buscar a m y a los chicos a lo de una amiga en libertad y juncal. antes de llegar, di vueltas con el auto por la plaza vicente lópez y calles aledañas. chicas lindas caminando por las veredas. madres interesantes volviendo a casa. gente linda diría alguien y no podría refutarlo. en belgrano se ven más las marcas de la cara. al menos en la zona donde yo vivo, de departamentos-pajareras y casas bajas cuyos moradores sueñan con que venga una empresa constructora y les ofrezca un jugoso cheque para mudarse a agronomía y construir en la próxima otrora casa familiar una torre *de luxe* de siete, ocho, nueve pisos que se venderán a cualquier precio a cambio de paredes finitas y decoración minimalista made in suplemento de diseño de la nación o clarín [supongo que más éste último]. creo que con los años la gente del barrio va a cambiar. de hecho pienso que yo voy a cambiar. se van a ver más trajes sastre y arregladodecontracté de aspirantes a abogados corporativos, contadores, algún ingeniero sin conexiones y varios empleados públicos que anhelan pasar lo antes posible al próximo paso: del tres ambientes *de luxe* con pileta y quincho y guardacoches a esas parcelas de verde rellenado en algún barrio cerrado periférico donde puedan criar a la prole milimétricamente planificada con la novia de toda la vida. tendrán entonces su terreno de 400 metros, una pileta moderna y una casa simple a donde recalará toda la parentela en las navidades, cumpleaños y hasta partidos de la selección, taponando las entradas y haciendo imposible estacionar en un lugar sin tapar el garage del vecino que no se quejará tanto porque sabe que el próximo cumpleaños es el suyo y su parentela taponará el garage del vecino. así se mueve la vida y yo mientras la observo desde el tupper del décimo piso de la calle ugarte. la veo a vuelo de pájaro sin much autonomía, de esos que necesitan descansar un rato antes de volver a tomar impulso. no bato mis alas en demasía, no gasto energías. observo y aprovecho la situación. me inclino por lo fácil y lo tomo sin muchas preguntas. la vida, dije, viene de esta manera y está bien que así sea. no tengo quejas en este apartado. mi único miedo es no volverme una vieja quejosa. no quiero decir qué barbaridad, qué escándalo y, mucho menos, gritar un que se vayan todos sólo porque me tocan mi quintita. no quiero leer los diarios y comentar los titulares con cara de adónde vamos a parar. quiero salir y ver a francisco y a rosario dando vuelta sus vidas sin problemas, sin escandalizarme de sus decisiones. no quiero ser moderno. quiero ser inteligente. quiero ser paciente. supongo que ya vendrán tiempos mejores y me gustaría tener la opción de conseguirme mi parcela de verde y decir, no, no quiero eso para mí. me quedo en el barrio. pero, entonces, que sea una decisión mía. y así despedir a los abogados, contadores, ingenieros, secretarios, actuarios [todos unisex] hasta que vengan los próximos que hagan escala y que no sepan que allí donde habitan alguna vez hubo una casa chorizo cuyos habitantes terminaron en una esquina sin tráfico a cuarenta cuadras y toda una vida de distancia, ahí donde pasan colectivos irreconocibles y de donde, en definitiva, provienen los que ocuparán estos nuevos pisos *de luxe* con pileta y quincho. y solarium, a no olvidarlo. y que los primeros meses piden helado en fredo o en pérsico y después se acomodan a freeport. de los que compran vino, cerveza premium y papas lays en el chino y después rondan los supermercados los días de descuentos. los que se dan cuenta de que sólo cambiaron a un ambiente a mayor altura sobre el nivel del mar pero que, en el fondo, se siguen arrastrando por el mismo suelo que lo hacían antes de llegar y antes de tener que pagar el crédito a treinta años. por suerte es en pesos ahora. lo mismo que el auto, que varió del tres puertas al sedán cuatro puertas y a la hora de mudarse al verde seguramente adquieran la gol country. la vida pasa entonces por la compra de distintas cosas que te van marcando. niveles de un juego que vas superando cuanto mayor sea tu proporción de deudas. yo los miro desde el décimo piso de la calle ugarte. no uso mi tarjeta de crédito. no compro nada en cuotas [aunque algunas cosas sí quisiera]. supongo que es para ordenarme. eso me recuerda que aún debo el jardín de francisco. hoy no puedo pagarlo, es 11 de septiembre, feriado y wtc. me hago un café, prendo un cigarrillo y me acuerdo de esa mañana de 2001 y mi incredulidad. esa imán poderoso de ver algo desplomarse y desear haberlo visto en directo, por el morbo que implica. somos morbosos. y en eso alguien sufre. pero nos es tan ajeno. en serio. y es una pena. porque fue tremendo. imposible de olvidar. y no me vengan con que me tengo que acordar primero de sarmiento. leí facundo y eso de civilización y barbarie y hasta estuve de acuerdo en varias cosas. pero lo bárbaro pasó hace seis años y yo todavía me acuerdo. son de esos días en los que te acordás perfectamente dónde estabas. ¿para qué te sirve eso? qué importa. te acordás y chau. también me acuerdo del día que le propuse casamiento a maría. y ella me miró con un sí en los ojos. estaba tirado en un sillón verde que ahora es blanco y está tuneado por los marcadores de mis hijos. digo, son cosas importantes y para eso sirve la memoria. para no olvidar que uno tiene una vida. por más que la vea pasar desde el décimo piso de la calle ugarte y muchas veces prefiera verla en un video de youtube.
Comments:
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Sos bueno, ojo clínico y vocabulario urbano. Yo cada tanto miro al cielo, porque las puertas de los edificios de mi barri los conozco, pero las partes de arriva son las que generakmente no cambian, es lindo el contraste. Alquilale a francisco y a rosario la película ROBOT (animación computada) y vas a poder ver la filosofía de SEAMOS TODOS IGUALES.
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