viernes, marzo 10, 2006

 

al pasado

los días pasaron y yo sin darme cuenta. estamos a jueves. mañana es viernes y significan el fin oficial de mis vacaciones. el lunes vuelvo al diario, al trabajo. algo de ganas tengo. retomar un poco esa rutina. compadezco a m, que se queda en el tupper del décimo piso de la calle ugarte con mi prole, que no es taaaan vasta, pero sí numerosa. al menos para la paciencia humana. nadie se porta del todo mal, pero quizás por eso es que se nota cuando algo se desajusta, cuando los cables pelados generan cortocircuitos y todo revienta. fueron días largos. de esos que te hacen quedarte dormido frente a la tele a las 12.30. sí, vengo durmiéndome a esa hora. estoy cansado. y quiero trabajar. ja. además, tengo ganas de saber qué pasó con el tema sindical en el diario, ver qué tipo de reivindicaciones conseguimos. creo que nada cambió. supongo que me hubiese enterado. ah, las vacaciones. hoy partimos a los suburbios, a un barrio cerrado. y f no quiso dormir la siesta y se puso de verdad insoportable. entonces lo llevé a lo de mi hermana, en otro barrio cerrado. y apenas salimos se quedó dormido en el auto. y entonces no quería que se despertara y partí rumbo a un mini tour por mis zonas de la niñez y adolescencia. primero pasé por la horqueta (púber y post púber times). algunas cosas cambiaron -como la casa en la que vivía- y otras no -como el seven eleven y helados daniel-. y f seguía durmiendo. por lo que partí a don torcuato. no entré por la 202 sino por la siguiente salida. crucé un puente y lo primero que ví fueron los dados, una suerte de boliche que, ya en mi época, estaba cerrado y que, a lo largo de las décadas fue mutando en bar, discoteca, vidrería y ahora, creo, volvió a ser un pub (según se leía, aunque creo que está vacío). recorriendo la colectora, divisé un baldío conocido. ahí, me dije, existía una mini pista de kárting, sí, la pista en la que mi hermano mayor perdió varios de sus dientes de leche con un notable golpe. la pista, además, indicaba que estaba en la calle burgos. mi calle de la infancia. y la remonté. la calle ya no era de tierra. estaba asfaltada. faltaba la casa en la que vivía la mina que laburaba en casa, ramona se llamaba, creo. o tita. y seguí. vi que alguien había planeado un barrio cerrado en un loteo bastante chico. pero otros seguían igual. hasta que llegué a mi cuadra. en la esquina, la casa de los tranvías (porque era una construcción en u, en la que las patitas de la u eran dos vagones unidos por una construcción). ahí supo vivir el hijo de un psicopedagogo famoso, si mal no recuerdo. al lado, empezaba el terreno de casa, que ahora se subdividió. es decir: donde yo jugaba al fútbol, a la sombra de dos brutos eucaliptus, ahora había una casa. al lado, mi casa propiamente dicha, que seguía igual que siempre desde afuera, con los portones de hierro sin haber sido tocados (con el de la entrada principal aún sin manija, como entonces, y cerrado por un candado). pensé, en ese momento, qué pasaría si yo entrara. traté de recordar si había dejado alguna marca en algún lado. pero creo que, por miedo a mi viejo, jamás toqué algo. sí en los árboles, que los usé como probadores de cortaplumas. quizás los de al lado, los del terreno devenido en casa, cuando la estaban construyendo encontrar los huesos de mi perro acre, un dóberman que sufrió una sobredosis de calmantes el día en que hice una fiesta y murió al otro día retorcido de dolor (aunque ya tenía cáncer o algo parecido). también debe estar enterrado por ahí algún conejo de mi hermana o varios cachorritos, de los múltiples parimientos de mi perra luxa en los que varios nacían muertos. y así las cosas. miré para el otro lado, cruzando la calle. la casa de don raúl, por ejemplo, hace tiempo no está más. y la otra, pegada a esa, tampoco. al menos como yo la conocía. lo gracioso es que era la casa en donde mi viejo vivió hace muchísimos años, cuando era chico (década del 40 o 50, no sé bien; estuvo dos años ahí, escapándose de la polio, cuando no los mandaron a córdoba, y tuvieron que hacer home school porque no había nada). en la siguiente cuadra, lo que no cambió fue la casa de un ex juez de menores y reconocido abogado defensor de represores de toda laya con nombre de localidad del sur del gran buenos aires. y así las cosas, seguí dando vueltas por el barrio. a veces, muy de vez en cuando, hago estos paseos. me devuelven algo, no sé bien qué. no es nostalgia ni melancolía. es tratar de ordenar un poco el pasado. para que no se me vaya del todo, con todo lo que vivo a diario. y me fui.

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