martes, noviembre 15, 2005

 

judgmental

en el subte. tuve sentadas justo en el asiento largo de enfrente, a siete mujeres. ninguna parecida entre sí. punta izquierda, una morocha, seguramente ex chabona venida a más (en la actitud, digo), estudiante de algo que la lleva a transportar una carpeta enorme. a su lado, una joven profesional, bien vestida aunque en segundas marcas (más bien, arreglada), con zapatos de punta que pronto pasarán de moda, si es que ya no se usan. sus tetas recién compradas contrastaban con la vieja a su costado, hecha mierda, literalmente, con un golpe en el ojo, cara de funcionaria o abogada sin mucho laburo. la pecosa y colorada que le sigue, podría estar buena si tuviera onda; especie de maby wells (perversión personal) más alta. soltera y cama solar a continuación; pasó los 30 hace rato y aún piensa en que alguien, que no es el tipo que se garcha los fines de semana, que es separado y no piensa en sentar cabeza por ahora, la saque de su local; pispea todo a través de sus anteojos negros. en lila y alpargatas blancas, se acomoda a su lado una chica joven que claramente viene del interior, llámase provincia o pagos alejados de la capi; morocha sin convicción, espera que la tomen en algún trabajo. en la punta derecha, finalmente, la recién casada, la que cada vez que cierra los ojos, que son varias veces, se acuerda de la luna de miel en buzios, esos siete días de espeto corrido que le dejaron un par de flotadores y que se pregunta porqué su marido toma clases de tenis los martes a lam noche y que soporta a su suegra quien le recrimina que aún no tienen hijos. siete mujeres, siete realiades, todas sentadas en el subte. y por primera vez en mucho tiempo no me pregunto a cuál le daría masa. a ninguna, es la respuesta. la pecosa, a todo esto desnuda sus pies grandes, feos. la joven profesional escucha su mp3 trucho, comprado en cuotas en garbarino tras leer la oferta en clarín. la ex chabona es la que tiene más onda, ojos lindos. la que espera al macho se operó la jeta y así y todo sigue sola y toma una copa de vino cuando va a un restaurante de moda. la recién casada tiene un chicle en la boca. la vieja va para atrás. está perdida. en poco tiempo más, seguro, su departamento estará en venta por intermedio de sus hijos que se fijarán cuánto les quedará de herencia. la pecosa ahora manda mensajes por el celular. ninguna cruza mirada con las otras. se evitan. hay tres de ellas que se creen mejores que las demás. quizás cuatro. ay, las minas, siempre competitivas. porque en verdad se han fichado en algún momento. siempre lo hacen. y ahora, repito, se evitan. la soltera de 30 y tantos largos también se hizo la nariz. ahora se bajaron la vieja y la casada. hombres ocupan sus puestos. la joven profesional también manda mensajes, pero ella deletrea con la boca mientras los marca, distintas edades que le dicen. se baja la del interior para hacer combinación con la línea c y partir a constitución y la chabona también, ya que va la uade. la joven profesional se apea para ir a la oficina. quedan la pecosa y la operada, pegadas pero separadas por un abismo de sensaciones. un mundo las divide y nunca más se van a ver. hasta luego a todas. me hicieron estos 25 minutos más fáciles.

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