jueves, octubre 20, 2005

 

yo fui testigo

está en el fondo del colectivo. sentado en esa fila que, en esta época del año, siempre se recalienta gracias al motor que ruge debajo. está cansado. acaba de pasar nueve horas en la oficina y su cara denota el hartazgo del sujuzgamiento de su superior. de a poco se va acomodando en el asiento y comienza a recobrar sus gestos naturales. la mirada sumisa se torna expectante, los ojos se despiertan y empieza a otear a la masa aglutinada de pie delante de él, bamboleándose con los zarandeos que provoca el chofer. baja un minuto la vista y, al volver a su puesto de vigía, se topa con los ojos de una mujer de treintitantos largos. no es lo que se dice bonita, pero sí una bomba. fuerte de piernas, el culo y las tetas sin embargo, se descubren como sólidas protuberancias redondeadas, armonizando así con un rostro que supo ser hermoso y que ahora se conserva con sensatez. ella lo mira. y él, por un momento, duda. no, te quiero ver a la cara, piensa. y le sostiene la mirada. ella se da vuelta. él se ríe a los bond, james bond. y ya no presta atención al diario que tiene en las manos. ahora sólo juega con él. las paradas pasan. él sigue sentado, observándola. ella sigue parada, de tanto en tanto tratando de entender de qué va este muchacho. él piensa a esta altura que la mina quiere algo con él. sino, no se entiende su actitud. y su estrategia para desenmascararla se endurece. ahora se pasa mirándola mucho más de los diez segundos razonables en estas circunstancias. de a poco se va imaginando las formas para abordarla, quién hablaría primero. está claro que la mina quiere guerra. ella va a dar el puntapié inicial. el tipo sigue maquinando cosas. y piensa excusas para su mujer. llegué tarde porque en el laburo me pidieron que completara unos formularios x-34m hasta tarde; decí que a las diez me planté y mandé a cagar al tipo, que sino, todavía estoy ahí quemándome las pestañas. sí, ya le había hablado una vez de los engorrosos formularios x-34m y seguro que se lo va a comer. completado en la cabeza el plan de evasión marital, sólo resta imaginar las cosas que hará con un cuerpo así. si no es en su casa, será en un telo. ¿cuándo me va a hablar? y de pronto el tipo de al lado se levanta. la espalda le transpira, más por el calor del motor que por los nervios; si tiene la situación controlada. ella, mirándolo apenas, se sienta a su lado. y desde entonces gira su cabeza hacia la ventana. sí, te agarro de atrás, envuelvo esas mechas en mi puño y te doy, te doy, te doy. ella ya no mira. sus excusas para verla son evidentes y ella se siente un poco incómoda con su respiración libidinosa en su nuca. el momento de la conversación nunca aparece. ella no rompe el hielo. él no se atreve a encararla. llega la parada, su parada, y él se para. lo hace de forma lenta, como queriendo que su altura signifique en ella una pija desproporcionada bajo los pantalones, último recurso que él encuentra para atraer a ese animal a una cama, sillón, cocina o lo que sea que está a mano para cogerla. pero nada. llega a la puerta del medio del bondi. mira al fondo. ve que ella lo está mirando. sus ojos se encuentran brevemente. y él cree notar una sonrisa en sus labios. la tengo muerta, se consuela, pero es tímida. o una reprimida. se baja. ahora sí, me voy a dar cuenta si de verdad me tenía ganas, piensa. y busca a través de las ventanas la cara de la mujer. ella ya está con la vista clavada en otro lado. no, no lo mira.

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