sábado, octubre 01, 2005
in utero
jugar al fútbol no es sólo jugar al fútbol. es un viaje al pasado. y más si se hace en el 168. te lo tomás temprano, a eso de las diez. y el colectivo va. recorre cabildo, mi nuevo barrio, mi nueva vida. y cruzás la general paz y ya estás en un ambiente que conocés. está bien, vicente lópez nunca fue tu cuna pero cuando toma por libertador vas reconociendo la avenida, ésa que tantas veces subiste y bajaste en auto en los largos trajines de ida al centro al boliche y a boludear y luego bajaste. unas veces más sobrias que otras. siempre de acompañante. porque nunca tuviste volante. hasta que fue tarde. y devolviste el auto. y algunas cosas cambiaron. hay más concesionarias y muchas casas viejas hoy son oficinas nuevas. y cuando pasás el límite de paraná ya te agarra la nostalgia. será por el sol mañanero de este mes. será por lo que sea. y vas leyendo el diario pero en verdad mirás por la ventana. y reconocés cuadras y esquinas especiales. esa, por ejemplo, que tantas veces visité. esa otra, que mejor olvidar. y ahí sí que parábamos a comer con g. y en esa otra una vez estuve escondido. y si doblás ahí, cerca está la casa de los chamigos de la pileta. y más por allá tomabas helado. y el tanti que no es tanti pero que en idioma norteño sigue siendo tanti hasta el día en que se muera el último socio del náutico. y en la shell te comprabas medialunas de jamón y queso para después dormir en lo de un amigo. y el empedrado te recuerda el camino que el auto hacía cuando ibas al colegio. o cuando ibas en bicicleta porque vivías frente al casi. y el edificio donde laburaba tu madre. y el supermercado que no es más supermercado. y así hasta llegar a la catedral. a esta altura no pasaron sólo treinta y cinco minutos desde que saliste del tupper de la calle ugarte sino siglos desde que una época terminó. y en parte no reconocés nada. mirás para todos lados y todo te indica que sos extranjero. no tengo nada acá. sólo una abuela a la que veo menos y que vive a cuadras de ahí y que dentro de poco se morirá, como todos. y te sentís más extraño por esa cosa que tienen los suburbios que quien viaja en transporte público es de otro país. ero no importa. y no se me bajan las medias por decir hasta san isidro, chofer, y gracias cuando la máquina te da el boleto. y no me importa. y entonces, sí, tardeste más de una década en llegar. cambió un país y varias presidencias hasta pisar el campo de deportes del colegio. y ahora con toda esa carga te ponés los zapatos de fútbol, te calzás los guantes y salís a la cancha. ¿y el resultado? qué me importa. a esta altura el viaje valió la pensa. reencontrarse con esa parte de uno, parafraseando a mastercard, no tiene precio.