martes, octubre 25, 2005

 

i´m alive!

de cómo un malestar laboral se transforma a una excursión a los indios ranqueles de la medicina. todo comenzó a eso de las 4 de la tarde. me sentía raro. un dolor en la panza, a la altura del diafragma fue el primer síntoma. no pasa nada, pensé, ya se me va a ir. debe ser una mala postura al sentarme, algo común en mí y agravado por horas y horas arriba del 130. entonces seguí. a las 5, el dolor se extendía sin parar. no dije nada. para las 6 de la tarde, se había pasado hasta la espalda: un arco que de verdad me estaba torturando. a las 18.30 no aguanté más y comuniqué mi malestar a mis allegados laborales. che, me duele mucho la panza, por acá, sí. y me está partiendo. así no pienso largarme a casa. llamá a una ambulancia... chan... una mini revolución se apoderó de la sección y me asignaron a una compañera como una suerte de guardián. me acompañó abajo para esperar la ambulancia. a las 15 minutos se apersona el jefe de personal y me preguntó si habían llamado a la ambulancia, ante mis gestos evidentes de dolor, cada vez más fuertes. resulta que nadie había llamado. 7 y cuarto y apareció la ambulancia. un breve examen y un dictamen primerizo: cólicos renales. un buscapina compuesto por vía intravenosa y a esperar que se me pase. la verdad es que se me pasó bastante. pero la mina me dice: si te duele a la noche, andate a la guardia. y yo no quería estar doblado en el décimo piso de la calle ugarte y llamar a otra ambulancia a las cuatro de la mañana. no, llévenme ustedes a la guardia. ok. aviso por teléfono a m que me desviaré de mi recorrido un poco, sin ponerla por demás nerviosa pero explicándole los síntomas para que estuviera preparada. ella, por su lado, organizó la tenencia de f y partió a encontrarme. viajé, entonces, en ambulancia, tirado en una camilla aunque sin glamour: no hubo sirenas en el camino. y así llegué alrededor de las 20 al sanatorio colegiales, de ahora en más, la toldería de la calle conde. me bajaron en silla de ruedas y me llevaron a una guardia. no, acá no hay camas, llevalo al tercer piso, que está destinada a los poseedores de mi obra social de periodistas. ascensor e ingreso a una sala que tenía pinta inmaculada, recién pintada. suerte, dije. pero una simple mirada a mi alrededor dio cuenta de mi error: una sola médica para ocho camas cuyo promedio de edad de pacientes rondaba los 68. me sentaron en una cama recién cambiada y temí que el anterior morador hubiera muerto en el proceso. a mi lado, un hombre bien grande que buscaba la forma de escaparse de ahí. yo casi más intento lo mismo un par de veces y un par de horas más tarde. quedate ahí y esperá, me dijo una doctora joven que habrá pensado que tocaba el cielo con las manos cuando entró en este nosocomio pero que ahora cargaba encima una más que evidente desilusión. tengo ganas de orinar, manifestó sin más, josefa seminario, mi compañera de guardia de la cama de enfrente. acto seguido, una enfermera bien predispuesta, la cambió sin siquiera correr un cortinado. le puso un pañal y se encargó de que el lugar se enterara de que también le estaba adosando una chata. al lado de josefa, otra anciana, delirante esta, que creía llamarse romina -no era así- y que manifestaba tener cuatro años. para el otro wing de josefa, vittorio, viejo tano esperando ser derivado a terapia intensiva... y entró entonces mario corti, viejo con pinta de buenazo que anunció: vengo por problemas en la próstata. y lo mandaron a mear en un frasquito al baño al que yo mismo había concurrido a hacer el antidóping ni bien había llegado. la diferencia es que el hombre estaba pasado de alguna sustancia que a puerta le hubiera saltado en cualquier lado: un frasco repleto de sangre. sí, a la vista de todo el mundo, como si en esta toldería fuese la norma humillar a sus pacientes. yo esperaba el momento en que alguien me ordenara desnudarme y tuviera que lucir mis calzoncillos rotos, porque justo hoy salí con ese par que sólo usás a comienzos de semana porque sabés que nadie estará interesado en sacártalos. por suerte, no pasó. las que sí pasaron fueron las horas. a todo esto, en la sala de espera ya se encontraba m sin siquiera saber si yo estaba adentro de la guardia o en qué condiciones. mi padre le hacía apoyo logístico. y se la bancaron. en un momento le pedí a la enfermera de la chata que le avisara que estaba vivo, con dolores que se estaban calmando y que se fuera a comer algo por ahí, que esperaba una escapada pronta de allí. me equivoqué. por lo de pronta. a las once menos cuarto, más o menos, la doctorcita, que ya se había reputeado con la jefe de guardia de abajo porque le seguían mandando gente y ella sin camas y vos que tenés catorce y son dos y yo que no doy a basto y encima se me rompió la impresora y hablá con ricardo y te corto porque con esta mina no se puede, me hace lo mismo los sábados... cuestión que a las once y media pasadas, repito, cae una gorda a sacarme sangre. cómo, todavía nadie lo había hecho. ya me veía ahí adentro hasta el día siguiente. y me extrajo un poco y me tapó con cinta adhesiva de la gruesa, de esa que está prohibida para el contacto con la epidermis hace por lo menos quince años. y a esta altura dejaron entrar a m, que me había contado que no estaba preocupada por mí -sí, pero lo normal-, que sólo había derramado una lágrima al constatar el material humano que me rodeaba y a los que se encargaban de mi cuidado. para hacerla corta, a eso de las 24, se me acerca la médica, que ya había hablado con ricardo, una suerte de dueño del lugar que sólo estaba preocupado para que sus dos minitas en las guardias no se pelearan, y me dice que me levante la remera y me tocó con manos heladas, porque no había calefacción (sino, no sería del todo una toldería) y me presiona acá y otro poco allá y que tu ecografía no mostró piedritas y tu orina tampoco tenía desechos y la sangre estaba ok, por lo que te vas a ir. qué tengo, atiné a preguntar entonces. sólo cálculos abdominales. me dijo que no eran sólo gases, algo por lo que estaría avergonzado, supongo, pero que descartaba las piedritas en órganos. tomá mucha agua, un buscapinas cada ocho horas si te duele y si te sigue doliendo, volvé acá. de acá, le dije para sus adentros. quizás tome en serio el pedido de m y me deshaga de fibertel y con esa guita me busco una prepaga más normal. porque, la verdad, la experiencia resultó del todo esclarecedora: las obras sociales son una paronga. y todavía me duele un poco el costado pero ya no se lo voy a decir a nadie más.

Comments:
que poronga lo que contaste, segui intentando, podes utilizar recursos como los de beccar varela jx, mentiroso patetico, que embellece sus historias

sin mas
chupones
tene en cuenta que me hiciste leer el 1er blog de mi vida

hansel
 
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