domingo, septiembre 04, 2005

 

memorabilia

a veces te pasa. sin que te des cuenta, los días transcurren y vos encima de ellos. como si te quedaras dormido en el subte y te pasás de tu estación. aunque eso es imposible conmigo porque siempre que viajo lo hago de punta a punta. pero no importa, es la idea. entonces te diste cuenta de que hubo una semana más en tu vida y que nada provochoso sacaste de eso. sí, algo de sexo. y buen cine. y un disco que tenías ganas de volver a escuchar. pero no mucho más. las gratificaciones típicas de padre primerizo en espera del segundo. y las sonrisas repartidas por doquier cuando estás en familia (política). y la pasás bien, no hay porqué engañarse, pero sabés que podrías haber hecho algo mejor. podrías haber aumentado el contacto con tus contactos clásicos. y no lo hiciste. porque estabas metido en ese subte caluroso que te atonta la cabeza, te duerme y te quedás sin bajar en tu parada. bueno, no el subte repito. pero sí me pasaba de adolescente, volviendo a don torcuato en el 203 y en vez de quedarme en balbastro para luego agarrar burgos si es que los perros sueltos no te hacían dar un rodeo, me quedaba dormido y me despertaba siempre en lugares incómodos, como en el medio de campo de mayo. y yo, boludo, decía parada chofer en vez de seguir hasta la próxima zona civilizada. si no me violaron por esa época fue porque la que se hizo cenizas y navega por el mar de pinamar no quería y tenía un arreglo especial... ahora que pienso, quizás se martirizó por mí y ahora habría que tratar de canonizarla. no fue poco lo que hizo en su cristiana vida. como soportar a los cuatro hijos que tuvo y a su marido. y el hecho de que no me hayan violado en campo de mayo -posta, nunca me violaron- quizás sea el milagro necesario para canonizarla. debo tener por ahí alguna estampita para rezarle. el día que vuelva a creer en los santos. la cuestión, entonces, que yo estaba ahí y tenía que esperar al 203 de vuelta. y como siempre que estuve solo en una parada, los colectivos tardaban, llegaba a casa mucho tiempos después (y más si las jaurías torcuatenses me hostigaban). pero en esa época no me daba cuenta de nada. no me importaba toda esa demora. todas esas horas consumidas en transportes públicos. era tan natural para mí que lo tenía incorporado. y así, desde que me tomaba el bondi a la altura de la estación san isidro y al rato venía el 203 y nunca el más conveniente (est. virreyes) sino el que decía canal (o sea que se iba hasta san fernando) hasta llegar a casa podía pasar más de hora y media. y en el trayecto, cuando no me quedaba dormido (que utilizaba para recuperar fuerzas), me cruzaba con todo tipo de personajes, desde los pibes que recorrían centenario de punta a punta (cómo envidiaba a esos que se bajaban enseguida) hasta los que salían de las bailantas de punta en blanco. posta, punta en blanco, desde la camisa hasta los zapatos. borrachos endémicos y minitas de toda raza y color. y esos viajes me los comía porque estaba harto de hacer la combineta costera hasta márquez y panamericana y luego 203 (panam, obviamente) o 15 (que implicaba bajarme en el cruce de ituzaingó (no la localidad) y luego cruzar la panamericana hasta casa. esto sí que era peligroso y si nunca me atropellaron se lo debo, nuevamente, a la próxima estampita (por lo que se comprobaría su segundo miracolo y a prenderle velas entonces). eso sí, era la vieja panamericana, esa de dos carriles por mano, porque con la de ahora es imposible y se hizo después de que me mudé). ahora que la recuerdo era muy jodida. porque no se veía un carajo y los autos siempre pasaban a los pedos. y yo cruzando, a veces borracho por ahí. en el medio de la nada. y me imagino una muerte sórdida como pocas, revoleado por el aire. y nada. porque no pasó. pero está bueno que eso se me venga a la memoria: toda esa etapa de adolescente en don torcuato. donde sí me movía por impulsos: salir de ahí los viernes a la noche y volver a casa cuándo y cómo fuese. fueron años en los que en gran parte hacía base en lo de amigos, que me asilaban a veces desde el viernes hasta el domingo a la mañana (hasta que me volví en colectivo de madrugada) porque sí o sí el domingo en casa para el almuerzo familiar, que no era otra cosa que interrumpir el sueño eterno de domingo para comer algo y volver a mis cosas. y esos asilos eran divertidos, porque llegabas a formar nuevas familias. como la de h. o la de idelc. linda adolescencia. lo único malo fue la blancura que la carecterizó (you what i mean). nene de pecho chupándose el dedo hasta tarde. ¡por convicción! y bueno, de todo hay en la viña del señor. y entonces, al conocer el otro lado, experimenté lo que sería una segunda adolescencia: o sea, hasta los 25 más o menos viví lo que tendría que haber sido mi adolescencia y no lo hice. no me arrepiente. nada más que empecé tarde. y no me refiero únicamente a ese tema, que convertiría la conversación en algo demasiado trivial (cuando quiero ser profundo, seguro, je) sino en todo lo demás y estuvo bien que así fuese. la pasé bien, entonces. y dale con los entonces. me encantan los entonces. porque entonces lo conecto con el fin de semana, que fue todo eso y nada al mismo tiempo, dejándome llevar y extrañando un poco ese destino manifiesto que tenía, por entonces, de salir y salir y volver a casa tarde. y ya no entiendo más nada porque no sé si esto es lo que quiero poner pero es lo que me sale a esta hora. que en vez de estar escribiendo tendría que estar suministrando a f su antibiótico de las 12. porque tiene laringitis subglótica, mal que me llevó el sábado del partido de mierda de argentina-paraguay a recalar, él y yo solos, en la guardia de la sagrada familia (¿chiste interno de las cenizas canonizadas?) y limpiar el gómbito que se echó en la guardia y volver a casa una hora y media después para enterarme de que el muerto de riquelme sigue siendo un muerto y que los otros diez poco hicieron para revertir un uno a cero del orto. ¿o es que escribo todo esto porque tengo cargo de conciencia por no haber escrito nada significativo en los últimos días? tal vez, de todo hay en la viña del señor de los anillos, de estos dos anillos que me unen a m hasta que se de cuenta y me deje plantado por zoquete. por lo menos ya no tengo que cortar el pasto del jardín de don torcuato. que era enorme y me llevaba un buen rato.

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