martes, julio 26, 2005

 

j´ accuse

hoy estuve a punto de iniciar una cruzada. pero no lo hice. quizás mi inmovilidad al respecto tenga algo que ver con el espíritu de líder del que muchas veces adolezco. o quizás fue mera timidez. la cuestión es que estaba en el subte yendo a una entrevista muuuy importante. iba escuchando música. mi parada es el comienzo, congreso de tucumán. a la altura de juramento sube una vieja. una vieja vieja, con arrugas y todo. y la tipa se queda parada. porque nadie le cede el asiento. al lado de ella, una minita con pinta de me bajo en alto palermo para abrir el local. a su izquierda, un gordo, casado él según el anillo delatador (es increíble cómo después de casarme reparo en estos detalles), con cara de burócrata sucio, oloroso, feo en todos sus sentidos, haciéndose el boludo medio dormido. y así la lista de gente, todos exponentes del que se vayan todos aunque voté a menemdelarúaibarra etcétera... nadie le cedió el asiento a la vieja. nadie. yo los miraba medio con cara de justiciero acusador: almas patéticas, arderán en un cromañón personal si no le dejan el asiento. esa sensación se mezclaba con la del no te metás. qué se le puede decir a unos tipos con cara de nada. qué esperar de ellos. errrrrrrror. se puede esperar todo. ¿o no son acaso los argentinos solidarios que siempre dan muestras de amor al prójimo cuando miran escandalizados las imágenes de inundaciones, hambrunas y demás penurias que lanata periódicamente se encarga de denunciar? yo, una bolsita de polenta dono, ahora no me pidas que le de el asiento a la vieja. confieso, a esta altura, que muchas veces hago lo mismo, aunque creo discernir entre una cincuentona a la que no le viene mal algo de ajetreo subteístico y una vieja, como esta de hoy, que pasa los sesenta y largos y que se nota que anda sufriendo parada. porque cada vaivén del tren la tenía a mal traer. y nada, que me calenté y junté bronca. por más que no hice nada. hasta que una persona, sentada delante mío, se paró en plaza italia. ahí, apelando a mi galantería y hombría de bien, pregunté bien fuerte (a esta altura se me habían acabado, encima, las pilas del discman) y con cierta candidez en el tono: señora, ¿se quiere sentar? la vieja me lo agradeció en serio. posta. se lo veía en los ojos. puteó por lo bajo la chica con cara de llego tarde al parcial y necesito el asiento para sacar los apuntes. y los que hasta entonces se hacían los boludos, recién ahí levantaron las cabezas y pudieron quedarse sentados sin tanta carga sobre sus espaldas de mierda. ah, la solidarité... ¿dónde quedó eso? recuerdo no con nostalgia que en mis épocas de escolar primario, dejar el asiento a una dama era una prueba de caballerosidad regocijante. (a menos que fueras l y te hicieras el canchero adelante de una profesora y te comieras amonestaciones.) pero son tiempos préteritos, so 20th century diría una minita que conozco. hasta m, con f en la panza, debía exigir que le dejaran un lugar en el subte. caramba. solidaridad. se murió cuando leonardo simmons se tiró al vacío. eso sí, prometo que la próxima vez tomaré acciones reales, exigiré, conspiraré para que las viejas se sienten. aunque, vale decir, sólo las mayores de 60. no me jodan con las de 50 y tantos. debería estar escrito en los vagones: menores de 60, no jodan; ustedes todavía se jactan de no ser viejas, no quieren ser consideradas abuelas; repito, no jodan. he dicho.

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